Un informe detalla por qué tres cuartas partes de la esperanza de vida ganada se deben a los nuevos medicamentos
Una mejor salud autopercibida y menos limitaciones sociales y físicas, beneficios adicionales de la innovación
noviembre 2018
Luchar contra la enfermedad y tratar de alargar la vida en las mejores condiciones de salud figuran, sin duda, entre los principales retos del ser humano desde los albores mismos de la civilización. Tras siglos de esfuerzos, aciertos y errores, la medicina ha experimentado en las últimas décadas un avance de tal calibre que ha hecho posible que hoy las personas puedan vivir más y mejor que nunca, lo que constituye uno de los grandes hitos de la historia.
La esperanza de vida al nacer es uno de los indicadores que mejor reflejan esta realidad. En España, una persona que nazca hoy tiene ante sí una esperanza de vida de 83 años, diez años más que los nacidos en 1975, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Por sexos, y teniendo en cuenta un periodo más reciente (entre 1994 y 2016) la esperanza de vida al nacimiento en España ha pasado de 74,4 a 80,4 en hombres y de 81,6 a 85,9 en mujeres, situando a nuestro país entre los más longevos del mundo, sólo por detrás de Suiza, Singapur y Japón.
Esta tendencia se mantiene, de forma similar, a escala internacional: en el conjunto de la Unión Europea la esperanza de vida al nacer ha crecido una media de tres meses al año desde 1990, sumando una ganancia de siete años desde entonces y hasta 2016, que se traduce en que los ciudadanos europeos pueden aspirar hoy a vivir, de media, casi 80,9 años.
¿Cuál es la razón de este éxito colectivo de las sociedades modernas? ¿Existe un factor al que atribuir este logro, sin duda uno de los mayores conseguidos jamás por el ser humano, como es el de ganar tiempo de vida? En realidad este avance se debe a un conjunto de factores, cuya importancia relativa ha ido variando a lo largo del tiempo, según pone de manifiesto el informe El valor del medicamento desde una perspectiva social, elaborado por el centro de investigación en economía de la salud Weber, con el apoyo de Farmaindustria, y publicado en marzo.
Los medicamentos innovadores han sido decisivos en las últimas décadas para lograr avances en esperanza y calidad de vida
Los expertos tienen claro que, en la primera mitad del siglo XX, la clave de la mejora de la calidad y la esperanza de vida estuvo en las medidas de salud pública e higiene puestas en marcha a partir del conocimiento de la naturaleza de distintas enfermedades infecciosas, como por ejemplo la adecuada gestión de las aguas residuales o el suministro de agua limpia a la población. Después se dejaron notar actuaciones como la mejora en el nivel educativo de la población, el progreso de las condiciones socioeconómicas y la promoción de estilos de vida cada vez más saludables.
Sin embargo, en las últimas décadas las claves del progreso han residido básicamente en el avance imparable de la ciencia médica y la innovación farmacéutica, que han permitido progresos antes impensables en el abordaje de las patologías más graves y prevalentes, logrando en algunos casos la curación, y en otros muchos, el control de los síntomas y la conversión de patologías que eran mortales en dolencias crónicas cuyos pacientes tienen una esperanza de vida que, con frecuencia, se puede equiparar a la de la población general.
Es en este ámbito de las enfermedades graves y prevalentes donde se puede hablar de una contribución decisiva de los nuevos medicamentos a la salud, que se ha traducido en que en la sociedad moderna las personas puedan aspirar a vivir más y mejor que sus ancestros. No en vano, según la evidencia científica internacional recogida en el citado informe de Weber, la introducción de nuevos medicamentos es responsable del 73% de la prolongación de la esperanza de vida. En concreto, entre 2000 y 2009 se logró ganar 1,74 años de esperanza de vida en los países integrados en la OCDE, de los cuales 1,27 años son una consecuencia directa de la innovación farmacéutica.
En este escenario caracterizado, sobre todo en los países desarrollados, por el paulatino incremento de la esperanza de vida y la disminución de la mortalidad, cobra cada vez mayor importancia el efecto beneficioso del sector farmacéutico innovador sobre ciertas dolencias en las que, sin perder de vista el objetivo de curar la enfermedad o alargar la vida del paciente, muchos esfuerzos se centran en mejorar su calidad. Investigaciones desarrolladas en Estados Unidos ponen de manifiesto que las personas que consumen medicamentos más novedosos “tendrían una mayor supervivencia, una mejor salud autopercibida y menos limita¬ciones sociales y físicas en sus actividades cotidianas, efecto que sería más notorio cuanto peor es el estado de salud inicial”.
Tal como relata el principal responsable del informe, Álvaro Hidalgo, presidente a su vez de la Fundación Weber, “los medicamentos nos han ayudado a vivir más y mejor, han contribuido a alargar la esperanza de vida y a mejorar las condiciones de vida de enfermos crónicos, han evitado miles de muertes por VIH/Sida al convertirla en una enfermedad crónica con la que se puede llevar una vida prácticamente normal, han aumentado la supervivencia en el caso del cáncer y han incrementado la tasa de curación en hepatitis C gracias a los antivirales de última generación.
Los medicamentos nos ayudan a vivir más y mejor
“Además –prosigue-, los fármacos han evitado numerosas hospitalizaciones por accidentes cerebrovasculares e infartos, han elevado el cumplimiento terapéutico y elevado la satisfacción de los diabéticos con nuevas formas de liberación de la insulina, hacen posible la remisión de la enfermedad en esclerosis múltiple y artritis reumatoide mediante los tratamientos biológicos, y han reducido la incidencia de muchas enfermedades infecciosas mediante las vacunas”.
Y es que, junto a las evidencias sobre las cifras globales de salud y esperanza de vida, donde mejor se manifiestan los efectos positivos de la innovación farmacéutica es en cada una de las patologías concretas cuyos pacientes se benefician de las terapias innovadoras. El informe recoge resultados concretos para una docena de estas enfermedades o grupos de enfermedades que, tal como valora Hidalgo, resultan muy esclarecedores.
Es el caso del cáncer, cuyo tratamiento ha evolucionado de forma espectacular en las últimas décadas, de forma acorde a los avances en el conocimiento científico acerca de esta enfermedad, que en realidad constituye un amplio conjunto de patologías muy diferentes entre sí. Y es que, precisamente, tal como destacan los autores del informe, “un hito importante ha sido el pasar de considerar el cáncer como una enfermedad monolítica a desgranarla a nivel molecular y genético, lo que ha favorecido la mejora de los tratamientos y, por tanto, la mejora de la salud y la calidad de vida de los pacientes de todo el mundo”.
Estos avances en la ciencia biomédica y en el conocimiento del cáncer han permitido no sólo idear nuevos mecanismos de acción para combatir la enfermedad, sino nuevos abordajes utilizando terapias génicas que han hecho posible lograr un uso óptimo de los medicamentos ya existentes. Además, en estos años se ha estimulado el desarrollo de nuevas y mejoradas formas de prevenir, detectar, tratar y curar muchas de las diversas variantes de esta patología
En España la supervivencia en cáncer infantil supera ya el 70%
El informe observa cómo la incidencia de esta enfermedad aumenta en los países desarrollados debido a los avances en el diagnóstico precoz y a la intensificación de uno de los mayores factores de riesgo, la edad de la población, en constante crecimiento; pero este incremento en la incidencia no se está traduciendo en un aumento de la mortalidad, ya que las tasas están experimentando una tendencia decreciente en las últimas décadas en los países desarrollados.
Según datos del INE, en 2015 murieron 111.381 personas a causa de los tumores, lo que equivale a un 26,4% del total de muertes producidas ese año. El cáncer supuso la primera causa de muerte en los hombres (con una tasa de 297 fallecidos por cada 100.000) y la segunda en mujeres (con una tasa de 185). Por tipos de tumores, en los últimos 15 años se ha reducido la tasa de mortalidad relativa por tumor de laringe, estómago, próstata, bucal, esófago, mama y cuello de útero, mientras que ha crecido la mortalidad por cáncer de páncreas, piel y riñón, entre otros.
En general –sostienen los autores del mencionado informe-, “las mejoras en las tasas de mortalidad y supervivencia por cáncer son el resultado tanto de un aumento en los cribados y el diagnóstico precoz como de la introducción de los nuevos fármacos oncológicos, muchos de ellos con unos innovadores mecanismos de acción”.
La suma del diagnóstico precoz y la introducción de nuevos fármacos, clave en el aumento de la supervivencia en cáncer
Un indicador clave es la supervivencia a los cinco años del diagnóstico, que presenta resultados muy positivos, sobre todo en tumores infantiles: en pacientes pediátricos, aunque la incidencia de la enfermedad no se ha reducido, la supervivencia a los cinco años supera ya el 70% en España
A escala global, los autores del informe remarcan que las mejoras han sido especialmente intensas en cáncer de próstata, mama, pulmón y colorrectal. En Europa, los tumores con mayor supervivencia a los cinco años fueron el cáncer testicular (88,6%) y el cáncer de labio (88,1%), seguidos del cáncer de tiroides (86,5%), próstata (83,4%), melanoma cutáneo (83,2%), mama (solo mujeres, 81,8%) y linfoma de Hodgkin (80,8%). Según las evidencias disponibles, alrededor de un tercio de todos los casos de cáncer mantuvieron una supervivencia superior al 80%, mientras que fue inferior al 30% en alrededor de una cuarta parte.
Todos estos datos están llamados a mejorar de la mano del continuo desarrollo de nuevos y más eficaces tratamientos para el cáncer, así como de la aprobación de nuevos usos de fármacos ya existentes o de nuevas formas de prevención, que han ampliado las opciones terapéuticas. En sólo cinco años, entre 2011 y 2016, se pusieron a disposición de los pacientes 68 nuevos antitumorales para más de 22 indicaciones.
Entre 2011 y 2016 se aprobaron 68 nuevos antitumorales para más de 22 indicaciones
“Un factor clave en esta transformación –indican los autores del informe- ha sido el uso de biomarcadores predictivos que han permitido la identificación de subpoblaciones” de pacientes, lo que a su vez ha hecho posible un aumento en el número de medicamentos que pueden dirigirse específicamente a ciertos grupos de enfermos, haciendo realidad la llamada medicina de precisión. Esta tendencia seguirá intensificándose en el futuro; no en vano en 2015 estaban en fase de desarrollo más de 800 fármacos y vacunas para varios tipos de cáncer.
Los nuevos fármacos, pues, juegan un papel esencial a la hora de mejorar las opciones de los pacientes, hasta el punto de que los estudios recogidos indican que el 73% de la reducción en mortalidad por cáncer (a 3 años) del periodo 1997-2007 en Estados Unidos es atribuible directamente a los nuevos tratamientos, mientras que el resto se debe a los avances en la detección temprana.
Las patologías cardiovasculares son responsables de la mitad de los fallecimientos en Europa, y en España siguen siendo la primera causa de muerte, donde se registran al año más de 28.000 muertes por enfermedad cerebrovascular y 16.000 por infarto agudo de miocardio (datos de 2015). Pese a ello, entre los años 2000 y 2015 se ha observado una importante reducción en la tasa de mortalidad por accidentes cardiovasculares, con una caída del 32,2% en el caso de la enfermedad cerebrovascular y del 46% en el caso de los infartos de miocardio.
En estas patologías la principal opción terapéutica, junto con el mantenimiento de un estilo de vida saludable, se basa en el tratamiento farmacológico de la hipertensión arterial y la hipercoles-terolemia, una opción que ha logrado resultados muy positivos, tal como pone de relieve el informe, que cifra en el 21% la reducción de la incidencia promedio del total de accidentes cerebrovasculares, sin producir un aumento de hemorragias, asociada al uso de estatinas. Otro estudio revela que el 47% de las muertes evitadas en Estados Unidos por enfermedades cardiovasculares entre 1980 y 2000 se debió al beneficio terapéutico de los nuevos fármacos, mientras que 44% tuvo que ver con la reducción de los factores de riesgo. De hecho, como concluye otro trabajo, cada mes de tratamiento activo con antihipertensivos se asocia con un aumento de aproximadamente un día de esperanza de vida.
Una de las enfermedades cuyos pacientes más se han beneficiado de la innovación farmacéutica ha sido la infección por VIH/sida, que es una de las dolencias cuyo abordaje ha experimentado un mayor progreso en los últimos 20 años gracias a distintos factores, entre los que destacan los avances logrados por los casi 40 tratamientos antirretrovirales aprobados hasta la fecha. Estos han tenido un doble efecto: potenciar la efectividad de las medidas preventivas y aumentar la supervivencia y la calidad de vida. Se ha logrado así algo que parecía imposible antes de la aparición de estas terapias, cuando la enfermedad era aguda y fatal a corto plazo: convertir el sida en una condición crónica cuyos afectados pueden llevar una vida prácticamente normal.
Así, novedades terapéuticas a partir de 1995 han modificado por completo las perspectivas de los pacientes, que han visto cómo las tasas de supervivencia han experimentado un incremento progresivo. En el caso de España se pasó de las 6.000 muertes anuales de mediados de los años 90 a 1.900 a finales de esa década, una vez introducidas las terapias antirretrovirales de alta actividad. Hoy la tasa de nuevos diagnósticos de infección por VIH es la más baja de la historia (7,39 por 100.000 habitantes) y la tasa de mortalidad se sitúa en 1,4 por 100.000 habitantes, frente a los 14,9 de 1995. En términos absolutos, la mortalidad por VIH/sida ha caído un 63% en el periodo 2000-2015.
En el caso más reciente aún de la hepatitis C, la aparición de una nueva generación de medicamentos, los agentes antivirales de acción directa (AAD), ha abierto una nueva era marcada por la superación definitiva de la enfermedad en un porcentaje muy elevado de los pacientes que la sufren, ya que estas terapias son capaces de evitar la replicación viral en entre el 85% y el 100% de los casos, y además en un plazo muy breve. No hay que olvidar que hasta la aparición de estos nuevos fármacos, la infección por VHC se cronificaba, dando lugar con el tiempo a cirrosis, hipertensión portal, descompensación hepática y desarrollo de carcinoma hepatocelular, que finalmente causaba el fallecimiento.
Volviendo a España, un estudio de 2017 recogido en el informe de Weber destaca que la aparición de estas nuevas terapias evitará más de 8.600 casos de cirrosis, unos 5.500 casos de cáncer hepatocelular y más de 1.100 trasplantes de hígado, lo que en su conjunto supone una ganancia de unos 154.000 años con calidad de vida.
En lo que se refiere a superación de enfermedades no cabe olvidar uno de los desarrollos farmacéuticos que más ha contribuido a mejorar la salud de los seres humanos mediante la erradicación o el control de enfermedades transmisibles que en tiempos pasados más dolor y muerte causaban: las vacunas. Además de constituir una de las intervenciones de salud pública más coste-efectivas, con unos beneficios que normalmente superan con creces a sus costes, las vacunas siguen evitando millones de muertes e importantes secuelas a personas en todo el mundo cada año, además de prevenir la aparición de epidemias. Exceptuando la potabilización del agua, no hay medida de salud pública comparable a las vacunas a la hora de disminuir la mortalidad y la morbilidad entre los seres humanos.
El informe de Weber destaca cómo los programas sistemáticos de vacunación han permitido, por ejemplo, “la erradicación de la viruela, la interrupción de la transmisión de la poliomielitis en gran parte del mundo, la disminución de más del 95% del sarampión en el hemisferio occidental y el control de enfermedades como el tétanos, la difteria, la rubeola, la tos ferina o la enfermedad invasiva por Haemophilus influenzae, entre otras”. Así las cosas, las estimaciones recogidas en el documento señalan que las vacunas previenen actualmente en todo el mundo unos 5 millones de muertes anuales por viruela, 2,7 millones por sarampión, 2 millones por tétanos y 1 millón por tosferina.
Los pacientes de cáncer, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, autoinmunes y mentales, diabetes, vih/sida, patologías infecciosas, entre otras, han visto mejorar su salud y condiciones de vida gracias a la innovación farmacéutica
En cualquier caso, los avances logrados por la innovación farmacéutica en las últimas décadas han sido múltiples, logrando mejoras relevantes en numerosos ámbitos terapéuticos donde los pacientes han visto cómo, gracias a los nuevos fármacos y al avance de la ciencia médica, pueden vivir cada vez más y en mejores condiciones de salud.
Las enfermedades respiratorias, las dolencias propias de la salud mental, las patologías poco frecuentes, las enfermedades neuromotoras como el Parkinson, la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide, la psoriasis o la diabetes son otros ejemplos claros de patologías incluidas este informe cuyos pacientes se han beneficiado de los tratamientos innovadores, tal como reflejan las múltiples publicaciones que recogen resultados de la evidencia científica.
Cierto es que queda aún un largo camino por recorrer, repleto de retos y dificultades para los investigadores, pero la buena noticia es que la industria farmacéutica global sigue empeñada en apostar por la I+D, con inversiones anuales superiores a los 135.000 millones de euros, con el fin de lograr más y mejores tratamientos para aquellos pacientes que los necesitan para mejorar su salud y disfrutar de una vida con la mayor calidad posible.
La industria farmacéutica trabaja desde el convencimiento de que el medicamento no es un bien cualquiera; es un bien social cuyo fin último es cuidar la salud de todos los pacientes, y cuyo valor va creciendo además a medida que se avanza en el conocimiento de la enfermedad y de la ciencia biomédica, en ámbitos tan esperanzadores como la genómica y la proteómica. Gracias a ello se está produciendo el desarrollo de nuevas terapias que dan sentido a la llamada medicina de precisión, un nuevo y revolucionario paradigma que permite curar enfermedades hasta ahora incurables.
La industria farmacéutica global sigue empeñada en apostar por la i+d, con inversiones anuales superiores a los 135.000 millones de euros