El avance de la llamada medicina de precisión, que supone un nuevo paradigma para el conjunto de la medicina, es imparable. Buena muestra de ello es el número creciente de nuevas terapias que están siendo investigadas para ofrecer opciones de tratamiento desconocidas hasta el momento. Según los últimos datos de PhRMA, la asociación de compañías farmacéuticas innovadoras de Estados Unidos, actualmente hay 289 terapias génicas y celulares en fase de I+D para el tratamiento de un centenar de patologías. Más de un tercio de estas nuevas terapias (111) se dirigen a tratar distintos tipos de cáncer.
Hasta el momento, los esfuerzos en I+D en el ámbito de la terapia génica y celular han cristalizado en varios tratamientos efectivos, como dos inmunoterapias basadas en células CAR-T anti-CD19 indicadas contra la leucemia aguda linfoblástica y el linfoma difuso de células B grandes, una terapia génica para tratar la amaurosis de Leber (enfermedad congénita de la retina), una vacuna contra el cáncer de próstata basada también en inmunoterapia y un tratamiento de ARN de interferencia contra la amiloidosis cardiaca por transtiretina. Los tres primeros tratamientos ya han sido también aprobados en Europa.
La existencia de este tipo de avances es producto de innumerables investigaciones desde que, hace medio siglo, se descubriera la posibilidad de alterar directamente los genes humanos. Hoy, la irrupción de la llamada medicina de precisión supone el inicio de una nueva era en el abordaje de las enfermedades, que tiene en el desarrollo de las terapias génicas y celulares sus principales exponentes.
En ambos casos se trata de modificar el material genético humano para combatir distintas enfermedades, pero mientras que la terapia celular supone la infusión o reintroducción de células completas en el organismo, la terapia génica se basa en la modificación o introducción de genes previamente alterados a través de distintos vectores (principalmente virus). Por supuesto, ambas técnicas se pueden combinar, como ocurre en el caso de las terapias basadas en células CAR-T, donde las células se extraen del cuerpo, se modifican genéticamente fuera del organismo (ex vivo) y se vuelven a reintroducir en el paciente para su tratamiento.
A estos procedimientos cabe sumar otros integrados en el campo de la medicina regenerativa, como la ingeniería de tejidos y el desarrollo de biomateriales, que configuran un escenario completamente nuevo que sienta las bases de la medicina del futuro.
En lo que se refiere a las nuevas terapias génicas y celulares en fase de I+D, tienen como objetivo proporcionar tratamientos innovadores para un amplio grupo de enfermedades. De esta forma, si bien es cierto que los distintos tipos de cáncer son el objetivo de más de un tercio de estas terapias, otras enfermedades han sido también objeto de los esfuerzos de los investigadores. Se trata de las patologías oculares, ámbito donde hay 28 terapias en desarrollo, las cardiovasculares (24), las neurológicas (22), las de la sangre (21), las genéticas (15) o las infecciosas (13), entre otras.
El éxito de una I+D de alto riesgo
Todos estos avances no hubieran sido posibles nunca sin la apuesta por un modelo de investigación liderado por la industria farmacéutica, en constante evolución y cada vez más abierto, colaborativo e internacional. En el caso de España, por ejemplo, la mitad de los fondos dedicados a I+D por las compañías farmacéuticas (que superan los 1.100 millones de euros anuales) se invierten en proyectos en colaboración con hospitales y centros de investigación públicos y privados.
En cualquier caso, el proceso de I+D de un nuevo medicamento es un camino lleno de obstáculos, de muy larga duración (10-12 años de media), que supone una enorme inversión (unos 2.400 millones de euros) y que además resulta muy arriesgado, ya que apenas uno de cada diez mil potenciales fármacos en investigación llegará a finalmente al paciente.
De hecho, lograr que estas investigaciones en nuevas terapias génicas y celulares lleguen a ser tratamientos autorizados es el gran reto, dada la complejidad de manejo que tienen y las exigencias de evaluación y fabricación. Asumir los riesgos que comportan este tipo de desarrollos forma parte de la razón de ser y el compromiso de la industria farmacéutica.