En la recta final de 2020, los sistemas sanitarios, además de tener que afrontar una crisis sanitaria sin precedentes, siguen teniendo el desafío del envejecimiento de la población y de la creciente carga que suponen las enfermedades crónicas. El reto no es sólo ser capaces de dar respuesta a posibles nuevas pandemias y satisfacer las demandas sanitarias, sino también ser sostenibles en el tiempo.
Una de las principales lecciones que ha dejado la crisis causada por el SARS-CoV-2 es la necesidad de fortalecer nuestro sistema sanitario dotándolo de más recursos. Ha quedado patente la necesidad de invertir más. Antes de la llegada de la pandemia y la crisis económica que está provocando, España dedicaba un 6% de su PIB a la sanidad pública, mientras que la media europea supera el 7%, e incluso países de referencia como Alemania, Francia y Suecia invierten más del 9%.
Cada vez más voces autorizadas declaran que esta cifra debería subir, al menos, hasta el 7% (siempre en referencia al PIB anterior a la pandemia) y muchos partidos políticos lo llevan en sus programas. Esto permitiría dotar al Sistema Nacional de Salud (SNS) de más infraestructuras y recursos humanos y le permitiría reforzar partidas que se han visto mermadas por la anterior crisis económica. De hecho, en la última década el SNS ha perdido 50.000 millones de euros de inversión pública, esto es, 5.000 millones al año, lo que ha generado una cierta descapitalización del sistema.
Sin embargo, no se trata sólo de invertir más en aquellos países que, como España, están por debajo de la media europea, sino de invertir mejor. Existen oportunidades para hacer que el gasto sanitario sea más eficiente. Introducir políticas en este sentido -superando los análisis en el corto plazo- permitiría mejorar los resultados en salud sin aumentar el gasto general y producir ahorros a largo plazo que se puedan reinvertir en una mejora de los sistemas.
Esta convicción ha llevado a la Federación Europea de Asociaciones de la Industria Farmacéutica (Efpia), a la que pertenece Farmaindustria, a desarrollar una serie de recomendaciones para las autoridades sanitarias nacionales y europeas que, con ejemplos, demuestran cómo hacer inversiones más eficientes que pueden mejorar los resultados en salud a largo plazo y, al mismo tiempo, transformar los sistemas sanitarios en estructuras más flexibles y sostenibles que les permitan afrontar los desafíos del futuro.
El informe, bajo el título Fortalecer los sistemas sanitarios a través del gasto inteligente, recoge siete medidas de futuro: medir resultados en salud de forma estandarizada y hacer públicos los datos; mejorar la coordinación de la atención con el impulso de la salud digital y los sistemas de agregación de datos; promover la eficiencia; fortalecer la prevención, la detección precoz e intervención sanitaria y la educación en salud; incentivar modelos de pagos por resultados y no por volumen; integrar presupuestos en todo el ciclo de la atención sanitaria, y compartir buenas prácticas. Todas las propuestas han sido desarrolladas en este libro blanco de la eficiencia y han sido refrendadas con ejemplos.
Ejemplos de políticas sanitarias eficientes
Así, el programa de cribado del cáncer de colon del País Vasco ha significado una reducción del 26% en la tasa de mortalidad y un 16% la incidencia de este tumor entre la población, lo que se ha traducido en una reducción de los costes de tratamiento en 256 millones de euros y un ahorro neto de 93 millones de euros. Según un estudio de la británica Oficina de Economía de la Salud (OHE), si este programa se repitiera en toda Europa equivaldría a 331.000 años de vida saludable adicionales ganados por año y 9.900 millones de euros ahorrados.
Hacer uso de la telemonitorización domiciliaria para pacientes con EPOC (COPD Patient Management European Trial) en España, Francia, Alemania e Italia ha supuesto menos días de hospitalización, una reducción de las exacerbaciones y tasas de mortalidad y una mejoría de los síntomas del paciente. Un informe encargado por Efpia encontró que, si se sumaran todos los Estados miembro y Reino Unido a este programa de telemonitorización y asumiendo una tasa de cumplimiento de los tratamientos del 75%, los ahorros para la UE oscilarían entre los 690 y los 2.100 millones de euros en base a un menor número de hospitalizaciones. E incluso se podrían evitar 17.000 muertes prematuras.
Otro ejemplo es el gasto en diabetes, que supone un 9% del total del gasto sanitario de la UE y se prevé que aumente hasta en un 12% en los próximos 25 años. Aproximadamente el 75% de los gastos tienen que ver con complicaciones prevenibles asociadas a la diabetes, como la retinopatía diabética, problemas cardiacos o insuficiencia renal. El uso sistemático de medicamentos innovadores en todo el continente podría contribuir a reducir las tasas de mortalidad, mejorando significativamente los resultados generales de esta enfermedad, y, por lo tanto, disminuir los gastos futuros. Aun así, sólo el 6,2% de la inversión en diabetes se destina a los tratamientos.
Mirar a largo plazo
“Es fundamental que utilicemos los recursos de que disponemos de la forma más eficaz posible y consideremos los resultados a largo plazo del gasto sanitario. Porque debemos evitar absolutamente el enfoque de contención de costes adoptado tras la crisis financiera de 2008, que tuvo efectos muy perjudiciales para la salud y el bienestar social en Europa”, ha declarado la directora general de Efpia, Nathalie Moll.
“Gastar de manera inteligente a menudo significa intervenir en el momento adecuado, antes de que una enfermedad provoque complicaciones graves para el paciente y el sistema”, añade Moll.
En el caso de España, añade el director general de Farmaindustria, Humberto Arnés, “la crisis ha mostrado las fortalezas de nuestro sistema sanitario y también las debilidades; hay consenso en la necesidad de incrementar la financiación, pero hay que ver esa mayor dotación presupuestaria como una inversión. Invertir en salud es invertir en economía y bienestar”. España es una referencia en investigación clínica de medicamentos, pone como ejemplo, “y eso tiene que ver con la solidez del sistema sanitario y a la vez contribuye a mejorarlo, puesto que hace que nuestros profesionales sanitarios estén a la vanguardia científica, lo que aumenta la calidad asistencial. Es un círculo virtuoso que debemos cuidar”.