El progresivo avance en la denominada medicina de precisión, de la mano desde hace años de los tratamientos biológicos y hoy con la llegada de nuevas terapias génicas y celulares, facilita y exige al mismo tiempo avanzar en la medición de resultados en salud. Este nuevo modelo de atención sanitaria obligará a adoptar un planteamiento diferente, basado en la medición precisa de dichos resultados para poder determinar la eficiencia de cada decisión que se adopte en el contexto de la gestión del sistema sanitario para asegurar así su viabilidad futura y garantizar que estas nuevas terapias lleguen a los pacientes que los necesitan.
Conscientes de esta nueva realidad, la industria farmacéutica trabaja en España, en colaboración con las administraciones sanitarias, en el desarrollo e implantación de modelos que, aprovechando las herramientas de digitalización y el uso adecuado del big data, permitan medir los resultados no sólo de los nuevos medicamentos sino también de las tecnologías y el resto de prestaciones sanitarias.
Este engranaje aún en fase de desarrollo, que permitirá la correcta medición de resultados en salud y la evaluación, en consecuencia, de las nuevas tecnologías y terapias que se vayan incorporando a la prestación sanitaria, está llamado a ser decisivo en la compleja fórmula necesaria para cuadrar la sostenibilidad futura del sistema sanitario público con el acceso de pacientes y profesionales sanitarios a la última y más revolucionaria innovación biomédica. Así lo plantea Humberto Arnés, director general de Farmaindustria, en el artículo titulado La industria farmacéutica en España: innovación y compromiso social, publicado en el último número de la revista Papeles de Economía Española, que edita Funcas, la Fundación de las Cajas de Ahorros.
Sostenibilidad y calidad
En su texto, Arnés recuerda que la innovación constituye el verdadero aspecto diferencial de la industria farmacéutica, el sector que más invierte en I+D industrial en España (un 20% del total), una razón de ser que va ineludiblemente unida a la vocación de que esos tratamientos innovadores lleguen a los pacientes que los necesitan, para lo cual es imprescindible estar también comprometidos con la sostenibilidad y la calidad del sistema sanitario.
Dicho compromiso de la industria farmacéutica con la salvaguarda de las cuentas públicas se ha venido traduciendo en los últimos años en el diálogo con la Administración y la búsqueda de soluciones innovadoras, como los contratos de riesgo compartido o los techos de gasto, y también con el Convenio de colaboración entre Gobierno y Farmaindustria que prevé que las compañías devuelvan la diferencia si el gasto público en medicamentos originales crece más de lo que lo haga el PIB. Gracias en buena medida a este esfuerzo de los laboratorios, la evolución del gasto farmacéutico público no supone un problema en España y se sitúa hoy en línea con el de hace una década.
De cara al futuro próximo, además, no parece haber riesgos evidentes para la sostenibilidad del sistema a causa del precio de los fármacos. El artículo recoge cómo muchos de los medicamentos más vendidos en la actualidad perderán la vigencia de su patente en los próximos meses, lo que implicará un periodo de grandes ahorros. Además, muchas de las nuevas terapias que están llegando o por llegar se dirigen a poblaciones de pacientes muy reducidas, lo que hace que el impacto sobre el gasto farmacéutico sea mínimo, a pesar de que sus precios nominales puedan ser altos.
Esperanza de vida
El análisis reivindica también la contribución del medicamento a la mejora de la salud como el elemento clave para el aumento de la esperanza de vida de la población humana en los últimos años, con logros tan evidentes como haber podido convertir enfermedades hasta hace poco incurables o gravemente incapacitantes en crónicas, como el VIH/sida, o incluso curarlas o erradicarlas (hepatitis C, viruela, etc.).
Estos y otros muchos progresos en materia de salud nunca hubieran sido posibles sin la apuesta decidida de las compañías farmacéuticas por la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos, que bate récords de inversión en el mundo y en España (más de 1.100 millones de euros sólo en 2017).
También se pone de manifiesto otra faceta de la industria farmacéutica que refuerza su compromiso social en España, la del peso económico de un sector que genera 40.000 puestos de trabajo directos y 200.000 indirectos. Un empleo, además, con especiales características: estable, cualificado, mayoritariamente femenino y con mucha incorporación de menores de 30 años.