Las vacunas son productos biológicos complejos y muy sofisticados que estimulan la producción por el organismo de anticuerpos frente a un patógeno o un alérgeno y, en consecuencia, generan inmunidad frente a la enfermedad o alergia causada por dicho patógeno o alérgeno.
Por lo general, las vacunas se componen de una suspensión de microorganismos muertos o atenuados –debilitados– o de productos o derivados de microorganismos, siendo la inyección la vía más común para su administración (si bien algunas vacunas se administran por vía oral o con un vaporizador nasal).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que las vacunas evitan la muerte de unos tres millones de personas al año, 2,5 millones de ellos niños.
Farmaindustria recoge todos estos datos y mucha más información sobre las vacunas y la inmunización en una infografía de formato parallax que se puede consultar en este enlace.
Las vacunas son un elemento primordial en las estrategias de Salud Pública; las vacunaciones constituyen, junto con la potabilización del agua y la depuración de las aguas residuales, el método más eficaz para disminuir la morbimortalidad de las enfermedades infecciosas, mejorar la salud de las personas y aumentar la esperanza de vida.
Además, las vacunas no solo benefician a las personas vacunadas –reducción de la incidencia de la enfermedad y, en caso de contraerla a pesar de la vacunación, disminución de la gravedad de la misma–, sino también a aquellas que conviven en la misma comunidad que los vacunados. Y es que, dado que la incidencia de la enfermedad es significativamente menor, el riesgo de que las personas del entorno puedan contraerla también resulta ostensiblemente inferior.
En la actualidad, el arsenal terapéutico contempla más de 40 vacunas para la prevención de 25 enfermedades evitables.
La razón para esta eclosión de las vacunas se explica por su gran eficacia a la hora de prevenir distintas enfermedades potencialmente mortales. De hecho, las vacunas evitan cada año la muerte de 3 millones de personas en todo el mundo –o lo que es lo mismo, 60 fallecimientos cada hora– y han conseguido que la mortalidad global en niños menores de cinco años se haya reducido de 12,6 millones en 1990 a 6,6 millones en la actualidad.
Concretamente, y además de la ya referida erradicación de la viruela, las vacunas han permitido, gracias a las campañas de vacunación, que la incidencia global de poliomielitis se haya reducido en un 99%, por lo que se considera al límite de la erradicación.
La vacuna antitetánica, administrada para evitar el tétanos materno y neonatal e introducida en 103 países a finales de 2012, ha protegido frente a la enfermedad a cerca de un 81% de los recién nacidos.
Durante el periodo comprendido entre los años 2000 y 2012, la vacunación del sarampión ha evitado 13,8 millones de muertes. En 2012, cerca de 145 millones de niños fueron vacunados frente al sarampión, enfermedad cuya incidencia y mortalidad se han reducido respectivamente en un 77% y en un 78% desde el inicio del siglo XXI.
De acuerdo con las estimaciones de la OMS, en 2016 se habían vacunado frente al rotavirus a más de 70 millones de niños de los 40 países con menor solvencia económica de todo el mundo.
El 85% de los tumores de cuello de útero provocados por el VPH se producen en los países desarrollados. De acuerdo con los resultados de un estudio llevado a cabo por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de Estados Unidos, el uso masivo de las vacunas frente al VPH reduce en hasta un 84% el riesgo de desarrollar cáncer de cérvix en un período de 4 años.
Y a todos estos avances debe sumarse la reducción de las tasas de morbilidad, discapacidad y mortalidad asociadas con distintas enfermedades como, entre otras, la difteria, la tosferina y la meningitis epidémica por meningococo de tipo A.
Con objeto de evaluar tanto la eficacia como la seguridad de una vacuna, las compañías farmacéuticas dedican más de 500 millones de euros a su investigación y desarrollo (I+D), requiriendo el proceso una inversión media de tiempo de hasta 33 meses.
El presente de la vacunación viene definido, además de por los numerosos programas de I+D de nuevas vacunas frente a distintas enfermedades, por la necesidad de extender las campañas de vacunación en todas las regiones del mundo. Es cierto que en 2013 el 84% de los niños menores de un año de todo el planeta –esto es, en torno a 111 millones de niños– recibieron vacunas para su protección, un porcentaje ostensiblemente superior al establecido en 1975, de solo un 5%. Pero también es cierto que aún queda camino por recorrer.
Como alerta la Alianza GAVI, principal impulsor de programas de vacunación a nivel mundial junto a la OMS y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), “a pesar de los progresos alcanzados en las últimas dos décadas a través del Programa Ampliado de Inmunización (EPI), todavía hay 30 millones de niños en países pobres que no han sido completamente inmunizados; además, la cobertura vacunal no solo se ha estancado en algunas regiones, sino que en otras incluso ha disminuido”.
Así, debe esperarse un mayor acceso a las vacunas en las regiones de Asia Sudoriental y África, cuyas tasas de cobertura de vacunación en 2013 se establecieron en, respectivamente, un 77% y un 75%; y, por tanto, muy inferiores a las alcanzadas en la región del Pacífico Occidental y Europa y en la región de las Américas, del 96% y del 90%.
En este contexto, y desde su institución en el año 2000 para favorecer el acceso a las vacunas para la población infantil de los países en vías de desarrollo, la Alianza GAVI ha posibilitado que 500 millones de niños hayan podido ser inmunizados, lo que ha resultado en la evitación de más de 7 millones de muertes. Y, como indica la Alianza, “esto es solo el principio; nuestro objetivo es incrementar este número y sumar 300 millones de niños adicionales entre 2016 y 2020, lo que conllevará la prevención de 5-6 millones de fallecimientos”.
Asimismo, el futuro inmediato de las vacunas también vendrá definido por la aparición de nuevas vacunas. Y no solo por las tradicionales vacunas preventivas, sino también por las novedosas vacunas ‘terapéuticas’. Estas últimas están en investigación para múltiples enfermedades como los cánceres en general, la enfermedad de Alzheimer, la esclerosis múltiple, etc.
Además, la comunidad científica internacional ya trabaja en la actualidad en el desarrollo de vacunas para otras enfermedades muy graves y potencialmente mortales como son, entre otras, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), la malaria, determinados tipos de cáncer o el virus del ébola.