La diferencia fundamental entre inversión y gasto es el retorno esperado en cada caso, de forma que mientras la inversión comporta siempre un rendimiento futuro, el gasto supone la simple utilización de un bien a cambio de una contraprestación. “En este contexto, los medicamentos innovadores constituyen uno de los mejores ejemplos de lo que hoy debe considerarse una inversión, ya que su uso adecuado genera importantes ahorros en el sistema sanitario en el corto, medio y largo plazo, y además conforman un factor clave para la mejora de la productividad, al reducir el número y la importancia de las bajas laborales, y son la clave de un sector que está a la cabeza en inversiones en I+D de la industria en España y es el principal dinamizador del tejido investigador”.
El presidente de Farmaindustria, Martín Sellés, se refirió así al papel esencial de los medicamentos innovadores para la sociedad en su intervención, este martes, en el Congreso Nacional de Relaciones Institucionales, en Madrid: “Entendemos que hablar de los medicamentos como una inversión ya no debería figurar en el ámbito de las opiniones, sino en el terreno de lo que ya ha sido demostrado”.
En efecto, el ahorro en costes que generan las innovaciones farmacéuticas es siempre superior al gasto adicional que supone adquirirlas. Así, estudios internacionales constatan que los medicamentos innovadores proporcionan un ahorro directo en costes sanitarios de entre 2,4 y 8,3 veces el gasto que suponen, gracias sobre todo a hospitalizaciones evitadas, reducción de consultas y otros gastos médicos.
A estos ahorros cabe sumar otros cuyos efectos se constatan a medio y largo plazo, como la menor duración e importancia de las bajas laborales, que se traducen a su vez en una mayor productividad, sin olvidar que, al reducir las limitaciones para realizar las actividades cotidianas, los medicamentos redundan en beneficios en términos de costes como los cuidados personales provistos por profesionales o por el entorno afectivo del paciente en caso de dependencia.
“La persona que, gracias a los nuevos medicamentos, se cura de una enfermedad o mejora de forma notable sus síntomas estará menos tiempo de baja, y volverá antes a su trabajo, volviendo a ser productivo y generando de nuevo riqueza para el conjunto de la sociedad”, añadió Sellés, que considera que hay que plantear “una visión más amplia para evaluar todos los retornos que los medicamentos proporcionan a la sociedad, y que demuestran su condición de inversión, y no de gasto”.
Por supuesto, la existencia de todos estos retornos no debe hacer olvidar la principal aportación de los nuevos medicamentos, la mejora de la salud y la calidad de vida que comportan, hasta el punto de que la introducción de los fármacos innovadores es responsable del 73% de la prolongación de la esperanza de vida en los países occidentales. Así, de los 1,74 años de esperanza de vida ganada en los países integrados en la OCDE en la primera década del siglo, 1,27 años son consecuencia directa de la innovación farmacéutica. “Si además tenemos en cuenta que un año de esperanza de vida ganado proporciona cuatro puntos de ganancia para nuestra economía, pues podemos tener una idea aproximada de la repercusión de las innovaciones farmacéuticas en la economía y la productividad de los países”, añadió el presidente de Farmaindustria.
Un obstáculo para considerar los medicamentos como una inversión es que muchas veces los responsables políticos y los gestores sanitarios tienen que ajustarse a un esquema rígido basado en periodos breves y presupuestos anuales. “Así es difícil –agregó- plantearse inversiones que den sus frutos en el medio y largo plazo, y sin embargo es de lo que se trata en lo que se refiere a la salud”.
En este sentido, hay que afrontar un cambio de paradigma para responder a los retos que plantea la llamada medicina de precisión, que se basa en tratamientos cada vez más personalizados que, sin embargo, sólo son posibles gracias a largos, complejos y arriesgados procesos de I+D que suponen costes muy elevados para las compañías, y que necesitan, en lo posible, generar retornos una vez que el medicamento está en el mercado.
Pues bien, este nuevo planteamiento requiere medir los resultados en salud de las innovaciones, algo que ya es posible con el manejo digital de datos, y que permitirá tener en cuenta todas las variables de la aportación del medicamento a corto, medio y largo plazo, pasando de una contabilidad presupuestaria a una analítica. “Se trata de una evolución del modelo que, al menos en el ámbito del medicamento, se antoja imprescindible”, sostiene Sellés.
En paralelo, el máximo responsable de Farmaindustria hizo un llamamiento a la reflexión sobre si el sistema sanitario está preparado para afrontar los nuevos desafíos que llegan, como la cronicidad, el envejecimiento y la llegada de las innovaciones, dedicando a la sanidad pública un 5,9% del PIB, cuando hace casi una década, en 2010, este porcentaje era del 6,5% del PIB.
“Para hacer frente a esta situación –dijo– mucha gente cree que deberíamos de dedicar un 7% del PIB a nuestro sistema sanitario público, lo que nos situaría al nivel de muchos países de nuestro entorno, y sin duda esa sería una de las mejores inversiones que el país podría hacer”.
Aportación a la economía a través del empleo y la I+D
Pero tampoco se puede abordar la realidad del medicamento de forma aislada, sin tener en cuenta el valor industrial que aportan, a la economía y al conjunto de la sociedad, las compañías farmacéuticas innovadoras, que, pese constituir apenas el 0,20% de las empresas industriales del país, aportan el 2,3% de la cifra de negocios, el 3,5% del valor añadido y el 4,5% de las exportaciones.
“En concreto, nuestras empresas producen por valor de más de 15.000 millones de euros anuales y exportan por más de 10.000 millones, una cuarta parte de la alta tecnología que produce y exporta España, y son líderes en I+D industrial, con más del 20% del total”, indicó Sellés.
Mención aparte merecen el empleo en el sector -dado que genera unos 200.000 puestos de trabajo, de los que 40.500 son directos y destacan por su calidad (indefinidos, altamente cualificados y diversos)- y su condición de “gran dinamizador del tejido investigador del país”, ya que destina casi la mitad de la inversión en I+D a la colaboración con hospitales, universidades y otros centros tanto públicos como privados. Dentro de esta inversión son particularmente relevantes los ensayos clínicos, que además permiten importantes ahorros de costes a los hospitales y centros donde se desarrollan.
“En resumen -concluyó Martín Sellés-, el reto es tener innovación, para que entre todos logremos los medicamentos que queremos y necesitamos, y de forma que sea sostenible para el conjunto del sistema sanitario. Por supuesto que desarrollar esa innovación supone un desafío, pero contamos con los instrumentos para afrontarlo con éxito, partiendo de la base de que, lejos de ser un problema, la innovación siempre es la solución o, al menos, una parte importante de la solución”.