Mañana viernes, 4 de febrero, se celebra el Día Mundial contra el Cáncer, una de las principales causas de morbilidad en el mundo desarrollado. En el caso de España, se estima que en 2022 se registrarán 280.101 nuevos casos –160.066 en hombres y 120.035 en mujeres–, y los cánceres más frecuentemente diagnosticados serán colorrectal, mama, pulmón, próstata y vejiga urinaria, según el informe Las cifras del cáncer en España 2022, que edita la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en colaboración con la Red Española de Registros de Cáncer (Redecan).
A pesar de las imparables cifras de incidencia, la supervivencia de los pacientes con cáncer se ha duplicado en los últimos 40 años, y es probable que continúe creciendo en los próximos gracias al aumento del diagnóstico precoz y, sobre todo, a los progresos en las terapias farmacológicas. “En los últimos años hemos vivido una auténtica revolución en la oncología de la mano de la medicina de precisión -sostiene la presidenta de SEOM, Enriqueta Felip-. Esto ha ido posible gracias a un conocimiento cada vez más profundo de la biología del cáncer, mediante la identificación de biomarcadores, que han permitido tratamientos dirigidos”.
Las terapias basadas en las llamadas CAR-T, los anticuerpos monoclonales, las terapias génicas y la edición genética, los inmunomoduladores, la inmunoterapia metabólica, las terapias basadas en mutaciones genéticas y en el ARN o los oncovirus son sólo una muestra de esos avances en tratamientos dirigidos.
Este valioso progreso ha sido posible porque el cáncer es una de las áreas terapéuticas que acapara un mayor compromiso de la industria farmacéutica en materia de investigación y desarrollo de nuevos medicamentos. Aproximadamente un tercio de las aprobaciones de nuevos fármacos en el año 2020 lo fueron de tratamientos contra algún tipo de tumor, según los informes anuales ofrecidos por las agencias reguladoras europea (EMA) y estadounidense (FDA). Asimismo, y a pesar de la pandemia, el número de ensayos clínicos en oncología iniciados el año pasado fue un 60% superior a los que se iniciaron en 2015.
En la actualidad, la industria farmacéutica tiene en desarrollo más de 1.360 tratamientos contra el cáncer. De ellos, 145 son para varios tipos de leucemia, que representan más del 3% de todos los nuevos casos de cáncer; 141 para cáncer de pulmón, uno de los tumores con las tasas de mortalidad más altas; 129 para linfoma, incluido el linfoma no Hodgkin, que representa casi el 5% de todos los nuevos diagnósticos; 108 para el cáncer de mama, el tumor más frecuente en las mujeres; 85 para cáncer de próstata; 72 para mieloma múltiple, o los 67 destinados a tumores cerebrales, incluidos los gliomas, que representan aproximadamente el 33% de los de su clase.
La I+D en oncología, inversión sanitaria, social y económica
Los nuevos tratamientos, y los que están por llegar, lejos de ser un gasto para los sistemas sanitarios, son una inversión para los pacientes y para la sociedad general. Según el informe El valor del medicamento desde una perspectiva social 2021, realizado por la Fundación Weber y basado en la revisión de la evidencia científica, en los últimos 25 años se han aprobado más de 140 nuevos principios activos para tumores sólidos, y la supervivencia no ha dejado de crecer gracias a estas opciones terapéuticas. De hecho, un 70% de la mejora de la supervivencia en cáncer es atribuible a los nuevos tratamientos.
Asimismo, este informe concluye que los recursos destinados a atención oncológica son una inversión que genera un retorno mucho mayor para el paciente y para la sociedad en su conjunto, en términos de aumento de la esperanza de vida y de la calidad de los años vividos; ahorro de otros recursos sanitarios derivados de la utilización de los medicamentos innovadores, o aumento de la riqueza económica asociado a las ganancias de productividad o reducción del absentismo que proporciona la administración de estos fármacos. Todos estos son beneficios con una traducción directa en forma de contribución al PIB y al crecimiento económico.
En la misma línea, la Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS) ha hecho público el estudio Estadísticas del cáncer 2022, cuyos datos muestran que la mortalidad por cáncer ha disminuido un 32% desde que alcanzó su máximo en 1991. Los datos también constatan una disminución más significativa en la tasa de mortalidad por cáncer en los últimos años, con una caída cercana al 2% anual desde 2015 hasta 2019. La ACS señala que las razones de estas buenas cifras son fundamentalmente la reducción del tabaquismo, la detección temprana de tumores y la mejora en los medicamentos contra el cáncer.
El éxito de la investigación en cáncer de pulmón
La mayor contribución a la disminución de la mortalidad por cáncer -según el informe de ACS- se observó en el cáncer de pulmón, que es la causa más común de muerte por esta enfermedad y un área que ha experimentado enormes avances en el tratamiento. Otro estudio en el New England Journal of Medicine y la propia SEOM en España confirman el papel crítico que los nuevos medicamentos, en particular, las terapias dirigidas, han desempeñado en la disminución de las tasas de mortalidad por cáncer de pulmón.
Asimismo, la ACS concluye que los nuevos medicamentos contra el cáncer se asociaron con 1,3 millones de muertes por cáncer evitadas entre 2000 y 2016. En concreto, los nuevos medicamentos contra el cáncer habrían evitado casi 130.000 muertes por cáncer de mama, casi 400.000 por cáncer de pulmón y casi 500.000 por melanoma.
Todo este esfuerzo investigador pierde su sentido si no somos capaces de hacer llegar estos nuevos tratamientos rápidamente a las personas diagnosticadas, porque, como ha quedado demostrado, su uso tiene un claro reflejo en la mejora de la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes y de sus familias.
Precisamente, España ha perdido terreno en los últimos años en disponibilidad de nuevos medicamentos frente a los países de referencia en Europa, como Alemania, Reino Unido, Francia e Italia, y en especial en el área de oncología. Para paliar esta situación, Farmaindustria propone una mayor colaboración y diálogo entre la autoridad sanitaria y las compañías farmacéuticas para lograr un mejor acceso garantizando la eficiencia de los recursos públicos.
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