El creciente esfuerzo de la industria farmacéutica por la innovación, la conciliación del acceso al medicamento con la sostenibilidad del sistema sanitario, la generación de empleo de alta calidad y la apuesta pionera por la transparencia constituyen varios de los principales ejemplos del compromiso social de la industria farmacéutica en España. Así lo explicó Farmaindustria este jueves en Madrid, en el Encuentro Industria+Sigre 2019.
¿Es la industria farmacéutica un sector socialmente responsable?, se preguntó el director de Comunicación de la Asociación, Francisco J. Fernández, y a partir de esta cuestión analizó diferentes ámbitos de actuación de las compañías farmacéuticas para saber si responden o no a lo que la sociedad puede esperar de ellas.
La inversión en I+D, que en 2017 (últimos datos conocidos) batió el récord histórico al alcanzar los 1.147 millones de euros y consolidó al sector como líder en la I+D industrial, no sólo contribuye al esfuerzo investigador mundial de la industria, sino que en el caso español se convierte en la gran dinamizadora del tejido investigador biomédico público y privado del país, dado que ya casi la mitad de la inversión se hace a través de contratos con terceros (hospitales, universidades y otros centros). La condición internacional de la investigación biomédica enriquece aún más ese tejido, que ya ha conseguido colocar a España como referencia en investigación clínica.
Respecto a la sostenibilidad del sistema sanitario, Fernández habló de corresponsabilidad por parte de la industria, y la ligó a la protección del acceso de los pacientes a los medicamentos que necesitan, puesto que no cabe una cosa sin la otra. Medidas innovadoras que van desde el Convenio entre Gobierno y Farmaindustria -recientemente prorrogado para 2019 y que garantiza que el gasto público en medicamentos no supere al del PIB- hasta los techos de gasto y el riesgo compartido forman parte de la citada corresponsabilidad del sector.
La fortaleza de la industria farmacéutica en España, cuya producción supera los 15.000 millones, con exportaciones por valor de 11.000, se traduce en un empleo de gran calidad, por indefinido (el 94%), cualificado (el 62% corresponde a titulados universitarios), diverso (el 52% son mujeres) y joven (casi uno de cada tres nuevos contratos es para menores de 29 años). Estos datos responden a uno de los grandes desafíos de la España de hoy, que mantiene una tasa de desempleo superior a la media europea y que lucha contra el empleo precario y el desempleo juvenil.
La apuesta por la transparencia, defendió Fernández, es una muestra más de la seriedad del compromiso de la industria con las buenas prácticas. Se trata de un sector pionero, que hace públicas desde las resoluciones (sanciones y mediaciones) en aplicación del Código de Buenas Prácticas a las colaboraciones con las asociaciones de pacientes y con organizaciones y profesionales sanitarios.
A estos argumentos sumó otros valores que caracterizan a las compañías farmacéuticas en España, tan diversos como los programas locales de cooperación e integración, la colaboración con organizaciones de pacientes, el respeto al medio ambiente (con el Sigre a la cabeza) o la ruptura del llamado techo de cristal (el 41% de los puestos directivos los desempeñan mujeres, tres veces más que la media del Ibex-35). Con todo ello, concluyó que, aunque quedan muchos ámbitos donde mejorar, se puede decir que la industria farmacéutica es un sector “de vanguardia, claramente comprometido con la sociedad en la que se integra y que representa una oportunidad sanitaria, económica y social para el presente y el futuro de España”.