La industria farmacéutica ha vivido en los últimos 40 años una gran transformación, en paralelo a la de la sanidad española. Probablemente no podrían entenderse todos los cambios que se han producido en el modelo asistencial del Sistema Nacional de Salud (SNS) si se deja a un lado el papel que han jugado las compañías farmacéuticas.
Estas cuatro décadas han sido testigo de la aportación decisiva de la industria farmacéutica a la mejora en la salud y la calidad de vida de la población española con los fármacos que ha puesto en el mercado fruto de su investigación. Al desarrollo de medicamentos de síntesis química se han ido sumando los biológicos, en una evolución hacia tratamientos cada vez más personalizados, eficaces y precisos.
El resultado del esfuerzo investigador de las compañías innovadoras –el 95% de los fármacos existentes en la actualidad han sido desarrollados y producidos por laboratorios farmacéuticos- constituye uno de los pilares fundamentales del sistema sanitario español.
Sobre esta realidad reflexiona el director general de Farmaindustria, Humberto Arnés, en el libro 40 años de Constitución: 40 años de Sanidad. Testimonios de sus protagonistas, editado por la consultora BioInnova con el apoyo de Novartis y que se presentó el pasado jueves en el Congreso de los Diputados.
En el capítulo Renovar un proyecto de éxito, Arnés recuerda “el valor que ha implicado en las últimas cuatro décadas la apuesta por un sistema sanitario potente en España, y el medicamento dentro de él. No sólo ha contribuido a que hoy estemos a la cabeza en esperanza de vida, sino que abre una oportunidad real de un salto cualitativo que ayudará a impulsar aún más el valor sanitario y social que la industria farmacéutica aporta al país. Hoy políticos, gestores, profesionales sanitarios, pacientes e industria tenemos en nuestra mano renovar un proyecto de éxito”.
Aportación sanitaria, económica y social
Esta petición del director general de Farmaindustria está justificada y amparada en la realidad de que los laboratorios innovadores son hoy esenciales para un país moderno. En primer lugar, por la aportación sanitaria a través del medicamento, contribuyendo claramente al incremento de la esperanza de vida (el 73% de ese incremento es directamente atribuible a los nuevos fármacos).
En segundo lugar, por la aportación económica que significa para nuestro país en materia de empleo, investigación, producción y exportación. Arnés subraya en el libro que la industria farmacéutica en España crea 41.000 empleos directos, que llegan a 200.000 si se suman los indirectos e inducidos. Además, se trata de un empleo de gran calidad: estable, cualificado y mayoritariamente femenino. A su vez, es líder en términos absolutos y relativos en I+D+i (representa el 21% de toda la investigación industrial española).
En tercer lugar, no se puede olvidar la aportación social de esta industria, puesto que su actividad se desarrolla con altos niveles de compromiso y responsabilidad. Su Código de Buenas Prácticas es el mejor ejemplo de la convicción de las compañías de ejercer su actividad bajo el paraguas de la transparencia, como ingrediente indispensable para la colaboración con los agentes sociales. Pero también lo son dos iniciativas de calado en materia de responsabilidad social: Sigre (en el ámbito del medioambiente) y SEVeM (en la seguridad del medicamento), ambas en colaboración con el resto de agentes de la cadena de medicamento.
“Tenemos claro que el futuro de nuestra actividad debe realizarse bajo las estrictas premisas de la responsabilidad social de los laboratorios y su compromiso con España y sus ciudadanos, forjado en estas últimas cuatro décadas de democracia y sistema sanitario público y universal”, afirma el director general de Farmaindustria.
Sin duda, este sector es una gran oportunidad para España, y las empresas farmacéuticas han entendido que nuestro país tiene mucho potencial. Lo han demostrado en su apuesta por la I+D. Para muchas compañías España es ya el segundo o tercer país en volumen de ensayos clínicos, sólo por detrás de países como Estados Unidos y China. En este sentido, recuerda Arnés, “España tiene una posición ventajosa, y una estrategia bien diseñada de país puede convertirnos en uno de los líderes mundiales en investigación”.
Más inversión en sanidad
No obstante, esta renovación de un proyecto de éxito no podrá producirse si no se destinan más recursos al sistema sanitario, en la línea de lo anunciado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de alcanzar al final de la legislatura una inversión en la sanidad pública del 7% del PIB, un punto por encima de la inversión actual. El progresivo envejecimiento de la población, la cronificación de muchas enfermedades, las crecientes demandas de nuestra sociedad y la irrupción de las nuevas tecnologías biomédicas obligan a una apuesta de la sociedad española para alcanzar ese objetivo. Y esto cobra además todo su sentido si se considera que no hay ningún otro sector de la economía que aúne factores de oferta y demanda tan desarrollados como la sanidad.
Esta consideración además debe entenderse en un contexto de compromiso de la industria farmacéutica con la sostenibilidad presupuestaria del sistema sanitario y, por ende, con el paciente, cuya máxima expresión es el Convenio de Colaboración firmado por Farmaindustria con el Gobierno y que supone un mecanismo de compensación si el gasto en medicamentos crece más que el PIB y, en consecuencia, la posibilidad de que todos los pacientes accedan a los nuevos medicamentos sin poner en peligro las cuentas públicas.
“El legítimo objetivo de control de la inversión pública en medicamentos debe conjugarse de forma eficaz con otras dos pretensiones igualmente determinantes: el acceso de los pacientes a las mejores terapias disponibles y la atención e impulso del Estado a un sector industrial de alto valor añadido, clave para la economía del país. En esta tarea cualquier Gobierno contará siempre con el compromiso leal de la industria farmacéutica innovadora”, apostilla Arnés.