En apenas una década, la esperanza de vida de los pacientes con cáncer se ha incrementado en Europa en casi dos años, y dos tercios de ese incremento se deben a los nuevos medicamentos.
Es un hecho que la innovación farmacoterapéutica ha revolucionado el cuidado de la salud. Por supuesto, lo ha hecho apoyada en otros cambios cruciales, que van desde el mayor acceso a la prestación sanitaria hasta la dedicación y esfuerzo diario de los profesionales sanitarios y los avances en tecnologías diagnósticas y la detección precoz de las enfermedades. Pero es claro que el medicamento ha jugado un papel protagonista en la transformación de la asistencia sanitaria y la salud y calidad de vida de las personas. Porque el aumento de la esperanza de vida no es sólo una estadística: es una realidad; la de personas concretas que hoy viven más años y en mejores condiciones.
Y esto es consecuencia de una evolución constante y de un exigente compromiso social. Los gobiernos han dedicado crecientes esfuerzos e inversiones a crear sólidos sistemas sanitarios; los profesionales han ido ganando en formación y experiencia; los gestores han encontrado nuevas soluciones en organización y gestión que han mejorarado los resultados; los pacientes han ido ganando protagonismo, con una implicación cada vez mayor en el manejo de sus patologías; la población general ha ido tomando conciencia del valor de la salud y comprometiéndose en materia de prevención… Y la industria farmacéutica ha sabido buscar y encontrar nuevas soluciones, abriéndose cada vez más a la colaboración con profesionales y centros sanitarios y de investigación, explorando nuevos caminos que le llevan de la química a la biotecnología y evolucionando en un modelo investigador que le permite seguir aportando respuestas en un ámbito de gran complejidad y riesgo económico.
El resultado de todo esto es una revolución: en el último cuarto de siglo las muertes por cáncer se han reducido un 20 por ciento, hasta el punto de que hoy el 70 por ciento de los pacientes de cáncer sobrevive cinco años después del diagnóstico, y sólo en lo que va de siglo los fallecimientos por patologías cardiovasculares han caído un 37 por ciento; enfermedades como el sida han dejado de ser mortales, y otras incurables, como la hepatitis C, tienen ya solución.
No es fruto de la casualidad, sino de notables esfuerzos y de toda una evolución de décadas que ha permitido crear un modelo de investigación capaz de soportar los 10-12 años que de media necesita un medicamento para llegar al mercado, con una inversión de más de 2.400 millones de euros y con un riesgo tan alto como que sólo una de cada diez mil moléculas en investigación lleguen a comercializarse y que, de las que llegan, apenas tres de cada diez permitan recuperar lo invertido.
Sólo en Europa, la industria farmacéutica invierte cada año 35.000 millones de euros en I+D (más del 17 por ciento de su facturación), en una gran maquinaria que implica también que 114.000 de sus 725.000 empleados (algo más del 16 por ciento) se dediquen a investigación, en el marco de un esfuerzo sin parangón en el conjunto de los sectores industriales.
A todo esto, de algún modo, ha querido ponerle rostro la industria farmacéutica innovadora en Europa, que mantiene actualmente la campaña informativa #WeWontRest, en la que también participa la industria en España.
A partir del concepto no descansaremos que recoge el hashtag, se apela al desafío constante que supone la enfermedad para la sociedad en general y para los pacientes y sus familias en particular, y a la necesidad de no cejar en el empeño continuado de buscar nuevas soluciones. Este modelo exigente y complejo, que ha mostrado su capacidad para proporcionar resultados, hasta el punto de revolucionar el tratamiento de la enfermedad y la esperanza de vida, no puede detenerse. En una primera fase, a partir de junio de 2017, la iniciativa se centró en el compromiso de todas las personas que trabajan en la industria farmacéutica con su razón de ser, que es la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos y la colaboración con sistemas y profesionales sanitarios para que esos medicamentos lleguen a los pacientes que los necesitan.
En una segunda fase, a lo largo de 2018, se sumaron nuevos contenidos bajo la etiqueta #BrighterTomorrow, cuyo objetivo es poner de relieve el sólido compromiso de la industria farmacéutica innovadora para ofrecer un futuro mejor a los pacientes que sufren distintas patologías graves y que, poco a poco, están encontrando en las innovaciones mejoras importantes para su salud y calidad de vida.
Por supuesto, los pacientes, que son los principales beneficiarios de los esfuerzos de la industria farmacéutica innovadora, son también protagonistas en la iniciativa #WeWontRest. A través de un tercer hashtag, #ForTheChance [#Portenerlaoportunidad] distintos pacientes, de forma individual y en un formato directo y sencillo, explican en qué medida la innovación farmacéutica les ha permitido disfrutar de una segunda oportunidad para hacer cosas que les motivan especialmente.
Finalmente, desde junio de 2019 está en marcha la fase #ConnectingHealthcare, cuyo objetivo es destacar cómo el establecimiento de marcos estables de colaboración entre la industria farmacéutica y otros agentes del ámbito de la sanidad, la investigación, las administraciones y las organizaciones de pacientes resulta esencial para conseguir mejoras en la salud y la calidad de vida de las personas. En concreto, se trata de mostrar cómo distintos proyectos de colaboración pueden ser capaces de lograr desarrollos que transformen la vida de los pacientes.
De este modo se cierra el círculo y la iniciativa pone de relieve cómo los esfuerzos del investigador se acaban convirtiendo, con el tiempo, en un medicamento innovador que supone una sustancial mejora en la salud y calidad de vida de los pacientes, permitiéndoles volver a vivir, junto con sus seres queridos, las cosas del día a día que hacen que la vida merezca la pena.
La nota de prensa del inicio de la campaña está disponible aquí.