Los ensayos clínicos, que son los estudios que permiten determinar la seguridad y eficacia de un nuevo medicamento para su autorización, tienen un gran valor para todos los agentes de la cadena sanitaria: para los pacientes, que gracias a ellos pueden acceder a medicamentos innovadores de forma temprana, lo que constituye a veces la única opción terapéutica disponible; para los profesionales sanitarios, que en virtud de su participación en los ensayos ven sus conocimientos actualizados y complementan su trabajo asistencial con actividad investigadora, y para los propios laboratorios, que necesitan desarrollar los ensayos, claves para demostrar la eficacia y seguridad de los nuevos medicamentos, en un entorno de calidad.
Estos estudios estimulan además la I+D biomédica de los sistemas sanitarios que consiguen atraerlos y generan un importante flujo económico para los hospitales y centros participantes, ya que tanto la medicación innovadora como todos los gastos relacionados con el diagnóstico y el tratamiento corren a cargo de la compañía promotora, que consigue así culminar los esfuerzos realizados en las fases preclínicas y avanzar para lograr la autorización del medicamento.
España es hoy uno de los países con mejores condiciones para albergar ensayos clínicos, ya que cuenta con “un excelente Sistema Nacional de Salud, profesionales sanitarios con alto nivel científico y muy comprometidos con la investigación y un colectivo de pacientes cada vez más activo”, sin olvidar el apoyo de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios y un marco legal favorable, tal como destaca Amelia Martín Uranga, responsable de la Plataforma de Medicamentos Innovadores de Farmaindustria.
Martín Uranga, que participó este martes en el programa Es la tarde de Dieter, de EsRadio, consideró que hoy “en España se investiga mucho y bien” debido, entre otros factores, al éxito de las fórmulas de colaboración público-privada. “No hay otra forma de hacerlo” –agregó—si tenemos en cuenta que poner un medicamento a disposición de los pacientes es muy complejo (el proceso de I+D tarda entre 10 y 12 años), costoso (más de 2.400 millones de euros) y arriesgado, ya que sólo una de cada 10.000 moléculas que se empiezan a investigar acaba convertida en un medicamento autorizado.
En el debate, en el que también participó la directora del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, Carmen Ayuso, la representante de Farmaindustria destacó que existen, no obstante, aspectos mejorables, como el exceso de burocracia para poner en marcha un ensayo clínico o el reclutamiento de pacientes.
“Hay centros que siempre tienen un 10% de pacientes que no han reclutado, y ahí perdemos todos: el paciente que no entra, para que el que muchas veces ese ensayo es la única alternativa terapéutica, y el resto de los agentes que intervienen: el investigador, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios y la industria. Tenemos que conseguir llegar al máximo de pacientes en los ensayos porque así ganaremos todos”.
Para ello, a juicio de la representante de Farmaindustria, es importante que las organizaciones de pacientes colaboren y “la sociedad conozca que participar en un ensayo es algo beneficioso”, y también que las autoridades sean conscientes del esfuerzo de industria y equipos de investigación de centros públicos y privados por poner a disposición de los pacientes esos medicamentos capaces de cambiar su vida porque son disruptivos y capaces de modificar el curso de la enfermedad; que sean conscientes, en definitiva, del valor social del medicamento”.