Medir y evaluar de forma continuada y precisa cuál es el valor real que aportan los medicamentos para los pacientes y la sociedad en su conjunto, tanto en términos de mejora de la salud como de ahorro de costes para el sistema sanitario y la economía de un país, es la clave principal a la hora de regular el establecimiento de precios para los tratamientos innovadores, sobre todo en un sistema, como el español, donde estos precios están fuertemente regulados.
“Ahora ya podemos medir los resultados en salud y costes asociados de cada prestación farmacéutica para un gran número de pacientes y en distintos momentos del proceso asistencial, y además, gracias al proceso de digitalización, disponemos de herramientas para almacenar, procesar y analizar estos datos con metodologías científicas para mejorar el tratamiento de los pacientes. Por todo ello ya estamos listos para analizar de forma robusta el valor real que aportan en la práctica las distintas alternativas terapéuticas, y es también verdaderamente posible empezar a desarrollar las posibilidades que abre la medicina personalizada”.
Así lo explicó Pedro Luis Sánchez, director del Departamento de Estudios de Farmaindustria, en su intervención en la LXX Jornada de la Fundación para la Investigación en Salud (Fuinsa), que se celebró este viernes en Madrid bajo el título ¿Tienen “precios excesivos” los medicamentos?
A su juicio, para poder aprovechar de verdad todos los beneficios de las innovaciones futuras y la medicina personalizada “será preciso invertir en infraestructuras que permitan la recolección y el análisis de datos para asegurar que el valor se mide adecuadamente y en distintos momentos del tiempo” a través de la historia clínica electrónica y el desarrollo de registros y de software y hardware apropiados para el análisis de datos.
En este contexto, para Pedro Luis Sánchez no se trata tanto de hablar de si los precios son o no “excesivos” como de asegurar que se corresponden con el valor que aportan los medicamentos en la vida real, un concepto mucho más apropiado por cuanto que refleja la relación entre los resultados, tanto en términos de salud como de beneficios socioeconómicos, frente a sus costes.
Un sistema fuertemente regulado
Otro aspecto clave a la hora de valorar los precios de los medicamentos es tener en cuenta que en España están fuertemente regulados por el Gobierno a través de un procedimiento de financiación pública que es sumamente exigente para las compañías farmacéuticas. En este sentido, recordó que en España los precios de los medicamentos de prescripción los fija una Comisión Interministerial de la que forman parte representantes de los Ministerios de Economía, Industria y Competitividad, Hacienda y Función Pública, Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y de tres Comunidades Autónomas (y de otras tres que participan sin voto) designadas por turno entre los miembros del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.
La fijación de precios se hace siempre de modo motivado y conforme a criterios objetivos establecidos en la Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios, teniendo en cuenta por tanto aspectos como la gravedad, duración y secuelas de patología, las necesidades específicas de ciertos colectivos, el valor terapéutico y social del medicamento y el beneficio clínico incremental del mismo teniendo en cuenta su relación coste-efectividad, la racionalización del gasto público, la existencia alternativas terapéuticas para las mismas afecciones a menor precio o inferior coste de tratamiento y el grado de innovación del medicamento.
Por otro lado, Sánchez explicó que la actualidad, si bien existen “grandes esperanzas” en el conjunto de nuevos medicamentos que actualmente están en fase de investigación y desarrollo en el mundo (más de 7.000), también es cierto que está cayendo de forma importante la rentabilidad prevista de la I+D, por lo que el concepto del valor real del medicamento cobra en la actualidad, si cabe, mayor importancia.
“Hemos de tener en cuenta principalmente las aportaciones de los nuevos medicamentos en términos de salud, pero no hemos de olvidar los efectos de la innovación en la esfera económica”, indicó Sánchez, que puso como ejemplo un estudio empírico sobre patología cardiovascular según el cual por cada 24 dólares de coste extra que suponían los medicamentos innovadores, los sistemas sanitarios se ahorraron 89 dólares en concepto de costes hospitalarios, lo que se tradujo en un ahorro neto de 65 dólares. “Y todo esto sin cuantificar los beneficios derivados de la mejora de la productividad, la menor duración de las bajas laborales, los costes de la discapacidad asociada a las patologías, entre otros factores”, añadió.
El director del Departamento de Estudios de Farmaindustria consideró que la industria farmacéutica puede contribuir a avanzar por el camino de los resultados en salud colaborando con las Administraciones identificar los productos disruptivos antes de su llegada al mercado; gestionando la incertidumbre existente en el momento del lanzamiento de un nuevo fármaco; desarrollando mecanismos financieros que permitan gestionar adecuadamente impactos presupuestarios puntuales elevados, y midiendo de forma continuada cuál es el valor que aportan los productos, en función de sus resultados en la vida real.
Asimismo, el papel de la industria resulta vital a la hora de buscar soluciones a situaciones que serán cada vez más habituales, como las derivadas de la existencia de fármacos con varias indicaciones, medicamentos que se administran en combinación, fármacos con valor diferente para diferentes tipos de pacientes, etcétera.
La presentación de Pedro Luis Sánchez está disponible en este enlace.