Los influencers, usuarios de redes sociales que tienen un gran impacto en la población, bien sea por el número de seguidores, bien por su relevancia o por sus mensajes, se han convertido en un canal de comunicación más en el ámbito de la salud, como ha puesto una vez más de manifiesto la actual pandemia por coronavirus.
Así lo afirmó el director de Comunicación de Farmaindustria, Francisco J. Fernández, este martes en el seminario web Cómo gestionar la influencia en redes cuando hablamos de salud, organizado por la agencia de comunicación Burson Cohn & Wolfe (BCW). “El medicamento, que es un ámbito muy regulado, no cabe en la colaboración de las compañías farmacéuticas con estos divulgadores, pero sí hay espacio para hacerlo en otros aspectos. El cuidado de la salud no empieza y acaba en el medicamento, aunque éste es el gran instrumento contra la enfermedad. Hay otros asuntos, como los comportamientos saludables o las necesidades psicológicas y sociales, en los que las compañías farmacéuticas pueden contribuir con iniciativas divulgativas”, recordó Fernández.
Puso el ejemplo del reto social que supone el incumplimiento farmacoterapéutico y el potencial divulgativo de los influencers en este terreno: “Hay estudios que indican que prácticamente la mitad de los pacientes crónicos en España no utilizan bien el medicamento, lo que demuestra que aquí hay un campo de divulgación claro simplemente para explicar que el medicamento es un producto delicado que hay que utilizar bien, que es como nos ha dicho nuestro médico que debemos hacerlo”.
Pero, en ocasiones, se da el caso de que una celebridad o cualquier otro usuario de redes habla de medicamentos de prescripción por desconocer que está prohibida la promoción de medicamentos para público general. “Esto forma parte de la falta de formación en materia de salud, de ciencia y del medicamento que tiene la población general. En España, 25 millones de personas toman al menos un medicamento al día y, sin embargo, no lo conocen en profundidad, ni lo que hay detrás de él. Cuestiones tan sencillas como que en España y Europa no se puede hacer publicidad de medicamentos de prescripción a la población general o que un medicamento innovador tarda una media de 10-12 años en ponerse en el mercado se desconocen. Muchas personas no saben eso, y que por tanto es algo extraordinario que podamos tener disponible un tratamiento contra el coronavirus en un año y una posible vacuna en poco más de un año. Ahí tenemos un desafío muy grande por delante todos los que formamos parte del sector sanitario”, valoró.
Una vez sentadas estas bases, Fernández apuntó que el reto para las compañías farmacéuticas está en cómo trabajar con estos líderes de opinión en las redes sociales, y dio algunas recomendaciones: “Elegir bien al influencer -el laboratorio debe elegir con cuidado el perfil, qué tipos de contenidos suele abordar, el conocimiento que tiene de ellos, la seriedad, etc.-; definir muy bien los contenidos que se van a compartir en la red -la salud es un ámbito delicado y cualquier información debe estar muy tasada-, y, por último, la transparencia. No se puede plantear una colaboración que no esté perfectamente clara y se conozca, para evitar conflictos de intereses, sobre todo en el caso de los profesionales sanitarios”.
En este sentido, recordó que desde Farmaindustria hace años que se trabaja en esta línea de transparencia y autorregulación, con la publicación anual de las colaboraciones que las compañías farmacéuticas realizan con asociaciones de pacientes, con organizaciones científicas o con profesionales sanitarios a título individual.
Por último, el director de Comunicación de Farmaindustria hizo hincapié en la importancia de que tanto laboratorios como influencers no pierdan de vista que en la mayoría de redes sociales no se está hablando en un entorno profesional, por lo que hay que medir bien los mensajes en función del público al que van dirigidos. Y no hay que dejarse llevar por las urgencias. “En el caso del coronavirus se ha visto claro. La situación avanzaba con tanta rapidez que se han dado opiniones o compartido informaciones que a las pocas horas o al día siguiente han dejado de tener validez. A veces hay que esperar un poco y tomarse el tiempo necesario para emitir una opinión de verdadero valor”, reflexionó Fernández.