Los medicamentos representan un claro ejemplo de los beneficios tangibles que la innovación aporta al bienestar social. En las últimas décadas, la introducción de nuevos fármacos ha desempeñado un papel crucial en la mejora de la esperanza de vida, la salud poblacional y la calidad de vida de la población. Desde una perspectiva más amplia, las innovaciones terapéuticas ejercen un impacto significativo en los sistemas de salud, modelando su estructura, dinámica y sostenibilidad. En este contexto, los medicamentos emergen como herramientas sumamente útiles para potencialmente optimizar los recursos sanitarios, al permitir prevenir o tratar de manera más efectiva una variedad de patologías específicas. Esta eficacia se traduce en una potencial reducción del uso de recursos tanto sanitarios (como hospitalizaciones, visitas médicas o pruebas diagnósticas) como no sanitarios (incluyendo cuidados personales). Además, la industria farmacéutica figura entre los sectores más innovadores y dinámicos de la economía, generando tanto valor agregado como empleo altamente especializado. Este sector, caracterizado por su elevado nivel de especialización, ofrece un retorno social significativo de la inversión en capital humano y ejerce un poderoso efecto tractor sobre otros sectores económicos, multiplicando así sus impactos positivos en la economía. Esta es la base del informe El valor del medicamento desde una perspectiva social 2024, realizado por la Fundación Weber y que supone este 2024 su tercera edición.